8 de enero de 2007

Dejame que te cuente . . .

Después de las fiestas. Después del para muchos tortuoso encuentro familiar. Después de la comilona y los excesos del alcohol. Después de tantos inusuales fines de semana, comienza el año. Le tengo para hoy un viaje imaginario. Imagine conmigo que una de estas primeras mañanas del recién estrenado 2007 hemos seguido, sin que lo sepa, a una mujer de mediana edad, que vive y trabaja en una ciudad como ésta. Se trata de una persona común, que podría ser usted, que podría ser yo, aunque el día que elegimos para seguir sus pasos, ha resultado también para ella, un día poco común.

Por alguna razón desconocida se despertó esa mañana con una gran sonrisa que pudo mantener después de los cotidianos apurones que le imponía el horario y que sobrevivió inclusive al primer vistazo del periódico. Al salir a la calle, el mundo pareció notar que el día era especial. La encargada del edificio, en general bastante huraña, la saludó con un impecable «Buenos Días» cosa que rara vez hacía, y lo completó con un «Feliz año» que excedía cualquier pronóstico. En el tren, lo que nunca, encontró un asiento libre, junto a la ventana, como a ella le gustaba y al bajar, en el recorrido por el andén hasta la calle, sintió con agrado las miradas halagadoras de los hombres que iban como todos los días a su trabajo. y uno de ellos casi sin querer le soltó un «guapa».

En su oficina encontró una nota de su jefe sobre su mesa de trabajo pidiéndole que pase por su despacho. Esta vez no la llamaba para regañarla sino para disculparse por la brusquedad con que le había hablado en el final del año anterior y para anunciarle un pequeño aumento de su salario. Volviendo a su escritorio encontró ahora un ramo de violetas con otra nota, esta vez de la señora de limpieza agradeciéndole lo amable que había sido siempre con ella.

Al ir a buscar un poco de agua para las flores, se miró al espejo y vio que seguía teniendo la sonrisa en la cara. Así había empezado, con la sonrisa de esa mañana. El día parecía haberse sincronizado con su humor matinal. Pensó que debía tenerlo presente cada día al despertar. Pensó que debía sonreír más seguido. Pensó que ella se merecía muchos más días como éste.

La tarde siguió tan excepcional como la mañana, gran parte de las cosas que ella deseaba, parecieron conjurarse favorablemente para complacerla. El broche de oro llegó esa misma noche: Una buena cena en un lugar hermoso (y nada caro), a la que siguió el mejor y más romántico de los encuentros con su pareja.

Usted y yo, observadores quizás un poco envidiosos de su suerte, nos preguntamos si vivir un día así, alcanzaría o no para hacernos sentir felices. Si fuéramos sinceros deberíamos contestar que no; pero ninguno de los dos dejaría de admitir que un día como aquel, aunque sea muy de vez en cuando, sería un buen estímulo para seguir adelante.

Me acuerdo ahora de las teorías de Henry James que alguna vez, hace mucho, leí con escepticismo. Decía él

Si cuando estoy triste lloro y cuando estoy alegre canto,

debería cantar en mi tristeza,

para que el canto me traiga de vuelta la alegría.

Compartamos este viejísimo cuento de la sabiduría de oriente:

Hasta uno de los portales de acceso a la vieja ciudad llegó un día un joven con un pequeño atado de ropa cargado en el hombro. Antes de entrar se acercó al guardia que cuidaba la entrada, y le preguntó: - ¿Cómo es la gente de este pueblo - ¿Cómo es la gente en el pueblo del que vienes -preguntó el guardia. - Mi pueblo está lleno de ladrones, aprovechadores, malhumorados y tristes. Cada día la gente trata de sacar ventaja de sus vecinos. El chisme y el resentimiento son moneda corriente allí. Por eso me fui ¿Cómo es aquí la gente - Me temo - dijo el guardia - que no vas a encontrar mucha diferencia. Aquí la gente es igual o peor que como era en el lugar de donde vienes. Lo siento.

- ¡Qué pena! - exclamó el joven

- Seguiré hasta el próximo pueblo. Adiós. - Adiós - dijo el guardia - .

Pasaron unas horas y otro joven, muy parecido al anterior, se acercó al portal. - ¿Cómo es la gente de este pueblo - preguntó sosteniendo su propio atado de ropa colgando sobre el hombro - . - ¿Cómo es la gente en el pueblo del que vienes - dijo el guardia - . - Oh el lugar donde nací está poblado de gente maravillosa. Todos se ayudan unos a otros. El amor y la compasión son moneda corriente allí y uno siempre se encuentra con alguien a quien contarle un problema o con quien compartir una alegría. Me dolió tener que irme. ¿Cómo es por aquí - ¿Aquí - dijo el guardia - No encontrarás demasiada diferencia, en este pueblo la gente es igual a la del lugar de donde saliste. Bienvenido.

Y el joven silbando una antigua tonada, entró en el pueblo.

¿Cómo será para nosotros este año en el que estamos a punto de entrar

Seguramente dependerá de muchas cosas. Pero también y sobre todo, dependerá bastante de la actitud con la que hoy demos nuestros primeros pasos.



Jorge Bucay - Déjame que te cuente




Nada mejor que comenzar de nuevo, esta andadura, con este texto

0 comentarios:

 
Elegant de BlogMundi